PALABRAS PARA MI FUNERAL POR HÉCTOR ABAD FACIOLINCE El escritor Héctor Abad se adelanta a su muerte y deja por escrito lo que le gustaría se dijera el día en que acabe su vida.
Señoras y señores:
El suicidio de Héctor Abad nos ha sorprendido a todos, empezando por mí. Yo, que lo conocí desde mi más remota infancia y que tuve con él un trato bastante íntimo, puedo decir que no me esperaba este último gesto, en mi opinión muy histriónico e incluso de mal gusto. Él me decía siempre, cuando alcanzaba las cimas de la desesperación, que no pensaba matarse nunca, por un motivo muy simple: para no darles gusto a sus enemigos. Y repetía mucho la siguiente frase: Suicidarse, ¡qué cursilería! Sin embargo ayer lunes supimos que se había quitado la vida en su casa, en algún momento del domingo. La nota de despedida, clara sobre sus intenciones, pero oscura sobre los motivos del acto, deja algún espacio a la especulación. No creo cometer una infidencia si la reproduzco aquí:
Hijos míos, hermanas, amigos: he resuelto matarme a pesar de lo mucho que he amado la vida. Estoy cansado de todo y creo que ya es suficiente con lo que he vivido. Los quise mucho; no me guarden rencor. Perdonen la molestia del cuerpo, pero no supe cómo deshacerme de él. Al dorso de este papel dejo algunas instrucciones para el entierro. Mis asuntos están al día; no tengo deudas ni secretos ni esqueletos en el armario. Repártanse los libros y las cosas sin pelear. El baúl está repleto de libretas, diarios, novelas abortadas y poemas truncos; a lo mejor les pueden sacar algún partido. Los beso y abrazo con ternura, H.
En cuanto a las instrucciones para el funeral, unas pocas sugerencias al reverso de la misma hoja, estas decían así:
No quiero que haya ceremonia religiosa de ningún tipo. Ni curas, ni rezos, ni misas. Prefiero ser enterrado y no cremado, ojalá sin ataúd, envuelto en una mortaja sencilla (sábana) y sepultado directamente en la tierra. Si se puede, me gustaría que lo hicieran a la sombra de algún árbol, en el bosque de la finca, en La Ceja. No quiero epitafio. En vez de rezos o discursos pueden poner música clásica. Propongo esta cantata de Bach: ‘Gottes Zeit ist die allerbeste Zeit’, más popularmente conocida como ‘Actus Tragicus’ (BWV 106). Aunque es una música algo solemne, me parece adecuada para la ocasión. Es música sacra, pero yo siempre la oí con un sentimiento profano, terrenal, sin darle ninguna connotación metafísica. Es triste y bella y basta.
El suicidio de Héctor Abad nos ha sorprendido a todos, empezando por mí. Yo, que lo conocí desde mi más remota infancia y que tuve con él un trato bastante íntimo, puedo decir que no me esperaba este último gesto, en mi opinión muy histriónico e incluso de mal gusto. Él me decía siempre, cuando alcanzaba las cimas de la desesperación, que no pensaba matarse nunca, por un motivo muy simple: para no darles gusto a sus enemigos. Y repetía mucho la siguiente frase: Suicidarse, ¡qué cursilería! Sin embargo ayer lunes supimos que se había quitado la vida en su casa, en algún momento del domingo. La nota de despedida, clara sobre sus intenciones, pero oscura sobre los motivos del acto, deja algún espacio a la especulación. No creo cometer una infidencia si la reproduzco aquí:
Hijos míos, hermanas, amigos: he resuelto matarme a pesar de lo mucho que he amado la vida. Estoy cansado de todo y creo que ya es suficiente con lo que he vivido. Los quise mucho; no me guarden rencor. Perdonen la molestia del cuerpo, pero no supe cómo deshacerme de él. Al dorso de este papel dejo algunas instrucciones para el entierro. Mis asuntos están al día; no tengo deudas ni secretos ni esqueletos en el armario. Repártanse los libros y las cosas sin pelear. El baúl está repleto de libretas, diarios, novelas abortadas y poemas truncos; a lo mejor les pueden sacar algún partido. Los beso y abrazo con ternura, H.
En cuanto a las instrucciones para el funeral, unas pocas sugerencias al reverso de la misma hoja, estas decían así:
No quiero que haya ceremonia religiosa de ningún tipo. Ni curas, ni rezos, ni misas. Prefiero ser enterrado y no cremado, ojalá sin ataúd, envuelto en una mortaja sencilla (sábana) y sepultado directamente en la tierra. Si se puede, me gustaría que lo hicieran a la sombra de algún árbol, en el bosque de la finca, en La Ceja. No quiero epitafio. En vez de rezos o discursos pueden poner música clásica. Propongo esta cantata de Bach: ‘Gottes Zeit ist die allerbeste Zeit’, más popularmente conocida como ‘Actus Tragicus’ (BWV 106). Aunque es una música algo solemne, me parece adecuada para la ocasión. Es música sacra, pero yo siempre la oí con un sentimiento profano, terrenal, sin darle ninguna connotación metafísica. Es triste y bella y basta.
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