Estaba totalmente loco. Había varias toneladas de agua por segundo desfilando a un par de metros de mi cara y mis alaridos se perdían por el estruendo de las cascadas. Tenía la ropa empapada y la sensación de estar en un momento trascendental en mi vida. Hacía un rato me había metido en un barco debajo de las cascadas y creía que era imposible superar esa experiencia. Estaba equivocado: desde el balcón es más impresionante. - ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh! Di dos o tres gritos más hasta quedarme sin voz. En el aire flotaban miles de gotas de agua que habían empezado a meterse en mis pulmones y amenazaban con dejarme sin aire en menos de un minuto; le di la espalda a la cascada con una sonrisa: había peleado con la naturaleza y había perdido, pero había peleado; tal vez había librado la batalla más intensa y alucinante de mi paso por la Tierra y estaba feliz. Me imaginé al primer conquistador que llegó a las cataratas de Iguazú -don Álvar Núñez Cabeza de Vaca en 1541- y e...
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